Si aceptamos la evolución biológica es inevitable preguntarse cómo comenzó ese fenómeno que llamamos vida.
La respuesta clásica a esta cuestión era la teoría de la generación espontánea, según la cual los organismos vivos complejos se generaban por la descomposición de sustancias orgánicas. Esta tesis denominada abiogénesis por T. Huxley en 1870, fue defendida por Aristóteles, quien afirmaba, por ejemplo, que era una verdad patente que los pulgones surgían del rocío que cae de las plantas, las pulgas de la materia en putrefacción, los ratones del heno sucio o los cocodrilos de los troncos en descomposición en el fondo de las masas de agua. Todos ellos surgían merced a una suerte de fuerza vital que Aristóteles denominó Entelequia. Término que posteriormente se tradujo por espontáneo, es decir, fabricado por sí mismo.
Esta teoría prevaleció durante siglos gracias a la autoridad reconocida al filósofo, hasta que en el siglo XVII. En 1.665 R. Hooke utilizando un microscopio rudimentario, dibujó los primeros microorganismos, y también dio nombre a la célula, que descubrió observando muestras de corcho. En 1.676 A . van Leeuwenhoek descubrió microorganismos que según sus dibujos podrian ser protozoos y bacterias. Esto encendió el interés por el mundo microscópico e hizo posible que se desechara la posibilidad de que los organismos superiores surjan por generación espontánea, estando reservado este mecanismo para ellos.
En 1.668 F . Redi probó que no aparecía ninguna larva en la carne en descomposición cuando se impedía que las moscas depositaran en ella sus huevos. Pero no fue hasta 1.861 que L. Pasteur llevó a cabo una serie de experimentos que probaron que los organismos como los hongos y bacterias no aparecían en los medios ricos en nutrientes por ellos mismos, descartando así la posibilidad de la generación espontánea incluso para los microorganismos.
Las características de la vida son la autopoyesis y la reproducción, que permite la perpetuación y evolución de los organismos. Un sistema es autopoyético cuando mediante procesos químicos mantiene su composición y estructura a pesar de las perturbaciones ambientales. Esto es posible gracias al orden del metabolismo y a un consumo constante de energía. No se conoce ningún organismo que no sea autopoyético y que no posea en su composición agua y compuestos orgánicos complejos, como ácidos nucleicos y proteínas, que constituyen las células vivas. La célula es la unidad autopoyética mínima.
Una vez desechada la generación espontánea, la cuestión del origen de la vida se resume en explicar el origen de la primera célula. Y esto en la Tierra se piensa que ocurrió una sola vez, ya que todos los habitantes de este planeta compartimos tal cantidad de características y tan profundas, que no cabe otra posibilidad.